Un asomo a la dignidad humana

Hipólito Lugo Cortés tiene una licenciatura en Derecho, maestría en Ciencias, Área de Derecho Público, y estudios de doctorado en Derechos Humanos. Es visitador de la Oficina en Guerrero de la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH). Fue secretario ejecutivo, secretario técnico, visitador general, y presidente del Comité para la Investigación de la Desaparición Forzada de Personas. También se desempeñó como presidente interino en la Comisión de los Derechos Humanos del Estado de Guerrero

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Todos tenemos derecho a ser tratados con la dignidad inherente al ser humano, incluso, así se reconoce en la propia Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos y en distintos instrumentos internacionales de derechos humanos; en el artículo 1º constitucional, párrafo quinto, dispone que “queda prohibida toda discriminación motivada por… cualquier otra que atente contra la dignidad humana y tenga por objeto anular o menoscabar los derechos y libertades de las personas”; esto es, reconoce como un valor superior el de la dignidad humana que debe ser respetada, con lo cual pasa a ser un derecho fundamental y se convierte en piedra angular de los demás derechos.

El artículo 25 de la referida Constitución, en su primer párrafo establece como uno de los fines del desarrollo nacional a cargo del Estado, garantizar el pleno ejercicio de la dignidad de las personas; por su parte, el Poder Judicial de la Federación emitió la tesis intitulada: “Dignidad Humana. El orden jurídico mexicano la reconoce como condición y base de los demás derechos fundamentales”.

De igual manera tenemos que, en el sistema universal de los derechos humanos, la dignidad es mencionada en diversos pactos y convenciones, y es a partir de que las Naciones Unidas reafirmaron su fe en la dignidad de la persona humana al incorporarla en la Declaración Universal de Derechos Humanos en el preámbulo y en su artículo 1, al establecer que todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad; esta Declaración Universal ha tenido una enorme influencia en propiciar el aumento en la utilización del término en diversos instrumentos internacionales.

Pero ¿qué es la dignidad humana?

Dignidad es un término complejo de definir, pero sí podemos decir que es una palabra que en esencia se refiere al ser humano, que está provisto de razón y conciencia, que lo distingue de lo no humano; deriva del latín dignitas-atis, que alude a la cualidad de digno, del respeto a sí mismo, respeto a la persona; en términos generales se entiende que la dignidad humana se materializa cuando una persona se valora y se respeta a sí misma y respeta a los demás.

Luego entonces, cuando alguien causa un daño intencional a otro, válidamente se puede decir que pierde parte de esa dignidad y, además, afecta la dignidad inherente de la víctima; sobre el particular, resulta relevante e ilustrativa la opinión del filósofo alemán Robert Spaemann, al sostener que “quien no la respeta, no se apropia de la dignidad del otro, sino que pierde la propia”.

He ahí la importancia de la dignidad humana, que viene a ser el principal motivo por el que no podemos tratar a la persona como objeto, pues la dignidad se funda en ella misma, en su ser persona.

En ese contexto, se entiende que la dignidad humana es el basamento de los valores y principios que deben normar nuestra conducta, es fuente ética y moral que les dan esencia a los derechos humanos.

Desde luego que hay situaciones específicas como la pobreza y marginación que colocan a determinadas personas en una mayor vulnerabilidad para la protección y vigencia de la dignidad humana, como a las niñas y niños, personas adultas mayores o con discapacidad, indígenas, afrodescendientes, migrantes, etc., pero debemos de partir de la premisa de tomar conciencia de que todos ellos son personas y merecen ser tratados con respeto; además del compromiso de las autoridades de incorporarlos al desarrollo del país, para mitigar esa situación de vulnerabilidad.

Es muy sencillo saber si se está respetando o no la dignidad de una persona, bastaría hacernos una pregunta:

¿Me gustaría que me hicieran o se comportaran conmigo, como yo me estoy comportando con el otro?

La respuesta sería obvia, pues no nos gustaría que se atentara contra nuestra dignidad; luego entonces, trata a la otra persona con el mismo respeto que te debes a ti mismo.

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