Los niños de Acapulco tienen su propia historia después de Otis

Ángel Galeana

Con información de Jesús Garibay

Los niños tienen su propia historia tras el paso el huracán Otis, sus clases están suspendidas al igual que los juegos con la mayoría de sus amigos. Cristian, de 10 años, está refugiado junto a su familia en la escuela en la que hace apenas 13 días tomaba clases; Jeferson se siente preocupado por sus amigos de quienes no sabe nada y por su maestro que está enfermo del corazón, y Cristian vio cómo el patrimonio de su familia voló con la fuerza del huracán.


El INEGI contó en 2020 a 779 mil 566 habitantes en Acapulco. El mayor rango de edad es de menores de entre 10 y 14 años con 66 mil 5 personas; el segundo rango es de entre 15 y 19 años, con 65 931 mil. Ellos viven su realidad, consciente y con un ánimo que puede sorprender.


Jeferson, Cristian e Issac viven en Puerto Marqués, una de las zonas de Acapulco dedicadas prácticamente al 100 por ciento al turismo, desde restaurantes, pesca y renta de lanchas. Los 3 resultaron damnificados y están conscientes que enfrentan una nueva realidad.


«Nuestro restaurante quedó destruido, las palapas caídas, nos robaron dos sillones del restaurante, figuras caídas, nuestra virgencita se voló, y le digo a mi papá, como el primer día que llegamos aquí: podemos salir adelante, y se va a poder siempre», así es como Isaac, a sus 9 años concibe la vida entre el desastre.


Incluso, tiene una visión de las ayudas que han recibido: «Lo que hace López Obrador está excelente, nos ayuda, nos dan despensas, la Marina no está ayudando, y quiero agradecer a todos los que están sufriendo en esto, en que puedan salir adealante, y que puedan vivir. Uno no se puede rendir del sueño que ha tenido, ni de todo lo que nos da Dios, los alimentos, de la vida».


Jeferson Urbina, de 9 años, es otro de los niños de Puerto Marqués afectado. Las láminas de su casa se las llevó el huracán. Ahora duerme en un restaurante junto a su madre, en el que ella trabaja. Recuerda la noche del huracán, «nos salvó mi abuelo porque le puso al baño loza, ahí nos pudimos refugiar, y entramos de milagro».


Se dice preocupado por sus amigos de la escuela, de quienes no sabe nada desde hace 13 dias, pero principalmente de su maestro, quien «está malo del corazón».


Cristian, de 10 años, duerme ahora en la primaria Federal Urbana Morelos, en la que tomaba clases. Vio cómo el viento se llevó todo de su casa, las láminas, la tele, «todo». Habla poco, pero dice que se siente bien, le gustaba ir a la escuela y ahora vive en ella por unos días.


A 13 días de Otis, los siguen sin clases, envueltos en la nueva realidad de la que habrán de levantarse junto a sus padres.

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