Ángel Galeana/Acapulco
Las inundaciones se fueron pero los daños quedaron. Entre el cúmulo de problemas que hay que resolver en este puerto está el de volver a llenar las playas de turistas, ocupar las sillas vacías.
Acapulco pasó de tener 63% de ocupación hotelera los dos fines de semana antes del huracán John, a un raquítico 24% 15 días después. Para hacer una comparativa, 15 días después del huracán Otis, Acapulco tenía un 19% de ocupación hotelera, aunque en aquel entonces la medición era con menos de 4 mil habitaciones y actualmente, según la Asociación de Hoteles y Empresas Turísticas de Acapulco (AHETA), operan 12 mil 600 de 20 mil establecidas.
La crisis en la caída del turismo se refleja en las playas, en los antros, en los restaurantes, incluso, hasta en los espacios vacíos de estacionamiento sobre la Costera que regularmente están llenos y hasta en doble fila.
Es sábado alrededor de las 3 de la tarde. En playa Papagayo, que es de las más populares, hay decenas de sillas vacías. Sombrillas que no se rentan. Según la señora Yolanda, quien se dedica a la renta de sombrillas, en un sábado normal renta de 25 en adelante. Ahora, el máximo es de 8 y eso “por mucho”.
La situación es tal, que asegura que hay días en que mejor camina de su casa a la playa para evitar gastar 100 pesos de pasaje en 2 personas que trabajan en el negocio. Es mejor ahorrar ese dinero para llevar el sustento de la casa.
Las versiones de todos los que trabajan en el sector turístico son las mismas, cada una con sus variantes, pero el desenlace es que “no hay nada de turismo, está muerto”.
“No, no, no, ahorita no hay día bueno, ahorita no hay días buenos, todos los días son malos”, dice Felipe Vergara, quien se dedica a ofrecer paseos en lancha en playa Caleta, otra de las históricas de Acapulco.
“Acapulco a partir de lo que fue Otis y ahorita el huracán John nos ha afectado, económicamente estamos totalmente devastados”, señala Ramón Bustos, trabajador de restaurante en playa Caletilla.
Del lado de los empresarios la situación es la misma, y se suma problemas como tener que pagar una nómina cuando la caja está en números rojos. Un empresario contó fuera de grabación, por cuestiones de seguridad, que su nómina es de 65 mil pesos a la semana. Además hay que pagar luz, impuestos, y todo lo necesario para funcionar.
Indicó que muchos empresarios utilizaron créditos y dinero que tenían disponible para reconstruir los negocios después de Otis. En su caso, solo de un establecimiento le costó la remodelación 2 millones de pesos; ahora no tiene recursos para sostener la crisis del turismo.
El presidente de la Asociación de Hoteles y Empresas Turísticas de Acapulco (AHETA), José Luis Smithers, afirmó que se cayó la ocupación hotelera entre un 50 y 60%. “Ahorita son 12 mil 600 cuartos en operación en Acapulco de los 20 mil que hay. Íbamos muy bien, hay hoteles que ya iban a abrir ahorita en octubre, van a abrir en noviembre, van a abrir en diciembre”.
Después de John no cerraron los hoteles. A diferencia de Otis, esta vez la mayoría de los daños fue en las colonias populares, sin embargo, los turistas pararon las llegadas al puerto.
Otro de los empresarios, Jesús Zamora, quien es presidente de infraestructura del Consejo Consultivo de Turismo, señaló que la cancelación de reservaciones que tenían agendadas se fueron al mínimo, “yo creo quedamos como al 10% de la ocupación”.
Desde su visión, los daños que dejó John son distintos a los de Otis, y hay una diferencia importante entre ambos momentos: el flujo de dinero.
“En el huracán Otis hubo flujo de dinero en Acapulco porque hubo el llamado apoyo Otis, y eso generó economía para todos los acapulqueños, y ese dinero mantenía el flujo económico dentro de Acapulco, si a eso le sumamos que llegaron los brigadistas, llámense de empresas privadas, gubernamentales, grupos sociales que traían recursos, y eso ayudó a sostener la economía del puerto. Ahora con John fue contrario, aparte que hubo la cancelación de reservaciones, no hay ese flujo de efectivo y nunca nos habían pasado dos suceso tan rápido, no terminamos ni el año, fueron 11 meses del Otis a John, lo cual sí es grave para los acapulqueños”, comentó.
Cuando el sol se mete llega otra parte de la oferta que tiene Acapulco: la vida nocturna, pero lejos está de ser lo que fue.
Los empresarios del ramo se esfuerzan para mantener y recuperar al turismo nacional, pero lo cierto es que la avenida de la Costera Miguel Alemán, en pleno sábado a las 11 de la noche, luce desalmada.
Desde el aire, con la visión de un dron, se ven las terrazas de los bares vacías. En la calle se camina libremente, no se choca con la gente que en días normales atiborra la zona. Tampoco se ven las dobles filas de vehículos estacionados.
Francisco Figueroa, del Baby Lobster, toma su megáfono y anima a las pocas mesas que están. A gritos como “qué viva el américa, que vivan las chivas, chilangos a huevo” busca exaltar el ánimo de quienes salieron a buscar esa vida nocturna.
De infraestructura están al 100%, solo faltan los clientes.
Esta zona dorada se ve opaca, no brilla como de costumbre. Las luces de neón, la música a todo volumen, las chicas afuera de bares que animan a entrar a clientes, todo está, menos lo que popularmente se diría como “el alma de la fiesta”.
En otro de los bares, Efraín Ríos, quien es animador que busca meter clientes desde la calle, reconoce el contexto crítico. De dos pisos que tiene el bar donde trabaja solo habilitaron uno.
“Normalmente, prácticamente ahorita ya estuviéramos con los dos niveles llenos, pero ahorita sí hay 60-70 personas es mucho”.
Otra vez, las esperanzas de todos son al futuro, a la próxima temporada vacacional, al siguiente fin de semana largo, a que los turistas se acuerden de Acapulco.