David Barrera Hernández, es Licenciado en Biología, Maestro y Doctor en Ciencias Biológicas por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Adscrito como Investigador en Ciencias Médicas, en el Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición Salvador Zubirán. Profesor de Bioquímica y Biología Molecular en la Facultad de Medicina, UNAM , así como tutor de alumnos de Licenciatura y de los Posgrados de Maestría y Doctorado en Ciencias Biológicas y Biomédicas, UNAM.
En réplica, previas opiniones han hecho hincapié en la importancia de controlar las concentraciones de grasas para mantener un cuerpo saludable, en esta ocasión me permito enfocar la información al colesterol y su relevancia para nuestra salud.
El colesterol es un lípido presente en todas las membranas celulares y en el plasma sanguíneo. Su función estructural radica en la regulación de la fluidez y estabilidad de las membranas. Además, actúa como precursor de hormonas esteroides, vitamina D y ácidos biliares, moléculas clave en la homeostasis endocrina, mineral y en la digestión de lípidos. El término colesterol, proviene de la palabra «colesterina», término derivado del Griego χολή, kolé, ‘bilis’ y στερεος, stereos, ‘sólido’, la cual más tarde fue renombrada como cholestérol (colesterol en español) con la terminación -ol de alcohol.
En condiciones fisiológicas, el colesterol circula en la sangre empaquetado dentro de partículas llamadas lipoproteínas. Entre ellas, la lipoproteína de baja densidad (LDL) distribuye el colesterol desde el hígado hacia los tejidos periféricos que lo necesitan, mientras que las lipoproteínas de alta densidad (HDL) facilitan el transporte del colesterol no utilizado de vuelta al hígado.
Por lo tanto, el colesterol no es “malo” en sí mismo, ya que es esencial para la vida; sin embargo, como ocurre con cualquier compuesto, su deficiencia (hipocolesterolemia) como su exceso (hipercolesterolemia) se asocian con alteraciones fisiológicas y riesgo de enfermedad.
La hipocolesterolemia, no es común, pero existen personas con este padecimiento principalmente por causas genéticas, mala alimentación o a la administración inadecuada de ciertos medicamentos. Su deficiencia se ha asociado con alteraciones que afectan la fertilidad, el ciclo menstrual y la respuesta al estrés, con dificultades digestivas, así como con problemas neurológicos (por ejemplo, depresión y ansiedad).
Por otra parte, las causas de la hipercolesterolemia pueden ser debidas a alteraciones heredadas que regulan el metabolismo de las lipoproteínas o relacionadas con enfermedades (diabetes, obesidad) y estilos de vida (sedentarismo, dieta rica en grasas, consumo excesivo de alcohol). La hipercolesterolemia está fuertemente asociada con enfermedades cardiovasculares (ECV). De hecho, se ha estimado que las ECV representan alrededor del 32% de las muertes totales en el mundo y son la causa número uno de muerte dentro de las enfermedades no transmisibles.
En particular, cuando hay niveles elevados de LDL, se favorece la formación de placas ateromatosas (aterosclerosis), aumentando el riesgo de ECV como el infarto de miocardio o accidente cerebrovascular (ictus), es por eso que a las LDL le atribuyen el término de “colesterol malo”. En contraste, las HDL se consideran “buenas” porque recogen el exceso de colesterol y lo transportan al hígado para su excreción, indicando que niveles altos de HDL protegen contra la acumulación de placas.
De lo anterior, el índice aterogénico nos determina un valor que estima el riesgo de que se formen placas de ateroma en las arterias a partir del equilibrio entre las LDL (colesterol “malo”) y las HDL (colesterol “bueno”). Así, la proporción de colesterol total o LDL respecto al HDL en sangre, determina que: LDL alto y HDL bajo tiene mayor riesgo, mientras que LDL bajo y HDL alto tiene menor riesgo de una ECV.
Por lo general, el colesterol alto es asintomático, no produce dolor ni otros signos que permitan detectarlo directamente, por lo que muchas personas desconocen que lo tienen incrementado hasta que se realizan un análisis o aparece una complicación, como un infarto o un ictus. Por lo cual, no está de más, realizarse un perfil lipídico en sangre de forma periódica, especialmente si existen factores o hay sospecha de riesgo cardiovascular.
Aprovechando que en septiembre se celebra el Día Mundial del Corazón, es un buen momento para recordar que mantener niveles adecuados de colesterol no solo depende de los medicamentos: una alimentación equilibrada, ejercicio regular y hábitos saludables son clave para proteger nuestro corazón y vivir más y mejor.