Carlos Navarrete Romero/ Chilpancingo, Gro.
Tomados de la mano, recorren todos los días el centro de la capital. Van de negocio en negocio ofreciendo en 20 pesos bolsas con semillas de calabaza.
No llevan cubrebocas ni ocupan gel antibacterial. Nada saben de la sana distancia. Ella, invidente, cree que el COVID-19 es un invento del gobierno. Ambos tienen 78 años y diario viajan a Chilpancingo para ganarse unos pesos.
Originarios de Huiziltepec, comunidad indígena del municipio de Eduardo Neri (Zumpango), Candelaria Hernández y Carmelo Rosario integran un matrimonio del cual ya perdieron la cuenta.
Se mantienen solos. Reciben una pensión bimestral que sólo les rinde 30 días. Para alimentarse el mes restante se trasladan diario a esta ciudad donde venden semillas de calabaza que no siembran ni cosechan: las compran a un vecino para revenderlas. Su edad y la discapacidad visual que ella padece no les permiten hacer labores de campo.
Candelaria afirma estar sana. Presume una buena condición física y que su rostro no aparenta 78. Es quien más habla. Carmelo se limita a escuchar y no pierde oportunidad de ofrecer semillas a quienes pasan cerca de nosotros.
Del COVID-19 no quieren saber nada. Están convencidos de que el virus no existe y que se trata de un invento para que el gobierno nos controle.
“No es cierto de por sí, Diosito sabe pa´ cuándo, Yo no estoy enferma, estoy buena, no me canso. Mi marido contento, por eso estamos paseando. Aún podemos caminar”.
Pese al cierre masivo de negocios y al cerco que se instaló en la Plaza Cívica Primer Congreso de Anáhuac para evitar la propagación del coronavirus, Candelaria y Carmelo no perciben una caída en sus ventas. Para ambos todo sigue igual.
Están obligados a vender diario cien pesos, gasto que hacen en pasajes para llegar a Chilpancingo y regresar a Huziltepec. Siempre venden más. Los automovilistas son sus mejores clientes. Basta que se coloquen en un semáforo para vaciar casi toda la costalilla en cuestión de minutos. El resto lo ofrecen de negocio en negocio.
No temen a la pandemia, mucho menos a la muerte. Confían en la decisión que “Diosito” tome sobre sus vidas.
“Él sabe más que todos. No importa que escondas. No importa que vayas a rincón, si él quiere te duermes y listo. Diosito sabe bien”.