Lorenza Díaz Nieto es Bióloga por la Universidad Simón Bolívar y Doctora en Ciencias por la Universidad Nacional Autónoma de México. Desde hace 30 años labora como Investigadora en el Departamento de Biología de la Reproducción del Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición Salvador Zubirán (CDMX), donde dirige proyectos de investigación enfocados en los efectos de la vitamina D en el organismo en condiciones normales y patológicas, con enfoque en el embarazo y cáncer. Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores y funge como tutora de maestría y doctorado en el Posgrado en Ciencias Biológicas y Biomédicas de la UNAM.
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La inflamación es la respuesta del cuerpo ante una lesión, infección, o estímulo de diversa naturaleza. De manera general, la inflamación es un mecanismo de defensa del sistema inmunológico, que busca eliminar el agente dañino y reparar el tejido afectado. Sin embargo, la inflamación descontrolada en el embarazo puede tener consecuencias devastadoras para la mamá y el feto, ya que puede causar parto prematuro, aborto espontáneo o restricción del crecimiento.
Adicionalmente, la exposición del bebé a un ambiente inflamatorio durante la gestación puede predisponerlo para el desarrollo de padecimientos durante la vida adulta, como enfermedades neurológicas, cardiovasculares, inmunológicas y metabólicas.
¿Qué cosas pueden causar inflamación en el embarazo? Las principales causas de inflamación pueden clasificarse como de origen infeccioso o no infeccioso. En el primer caso, la inflamación ocurriría debido a la presencia de un microorganismo, que puede ser una bacteria, un virus, hongo, o productos de estos.
Por el contrario, la inflamación no infecciosa es la que sucede como consecuencia de cualquier otro factor diferente a un microbio, como factores ambientales (contaminantes, polen, radiación), un determinado estilo de vida (sobrecarga de nutrientes, como las grasas y los carbohidratos) y factores conductuales (estrés crónico, tabaquismo, alcohol y abuso de otras drogas). Otros disparadores de la inflamación estéril incluyen restos de tejido dañado, alteraciones hormonales e inmunológicas, y exceso de tejido adiposo (como el que está presente en las personas con obesidad).
Todos estos factores tienen en común que pueden modificar la actividad del sistema inmune y la producción de ciertas moléculas, conocidas en general como mediadores de la inflamación, desencadenando señales para defender nuestro cuerpo.
En el embarazo, los principales padecimientos asociados con inflamación son las infecciones, la preeclampsia, la diabetes mellitus gestacional (GDM), y la obesidad, que pueden derivar en serias consecuencias para la salud de la madre y del bebé tanto a corto como a largo plazo. La preeclampsia es una complicación inflamatoria del embarazo sin causa conocida, pero que se asocia con la presencia de la placenta. Es una de las principales causas de morbilidad y mortalidad materno-neonatal, afectando entre el 5 y 8% de los embarazos a nivel mundial.
Entre otras cosas, se diagnostica por la aparición súbita de hipertensión arterial después de la semana 20 de gestación, hinchazón y aparición de proteínas en la orina. Por su parte, la GDM se define como cualquier forma de intolerancia a la glucosa que comienza entre las semanas 24 y 28 de gestación. Básicamente estas pacientes presentan dificultad para manejar el azúcar en la sangre, la cual está generalmente elevada (hiperglucemia). Además, tienen un tipo de inflamación conocida como metainflamación o inflamación crónica de bajo grado, porque, aunque es leve, es persistente y constante.
Finalmente, el sobrepeso y la obesidad materna se consideran complicaciones muy importantes, ya que son altamente prevalentes en la población mundial y aumentan significativamente los riesgos tanto para la madre como para el bebé. Particularmente, se asocian con enfermedades cardiovasculares, preeclampsia, GDM, metainflamación, infecciones y partos complicados, además de enfermedades metabólicas en la descendencia.
Afortunadamente, nuestro cuerpo tiene mecanismos de defensa para evitar la inflamación exacerbada, y en especial en el embarazo, la placenta fabrica una serie de hormonas con capacidad para mitigar este proceso. Entre ellas están la progesterona, los estrógenos, el calcitriol (que deriva de la vitamina D), la prolactina y la gonadotropina coriónica.
Por otro lado, es posible modificar la dieta con la finalidad de controlar la inflamación. A este respecto, se recomienda disminuir el consumo de grasas, carbohidratos como el azúcar y pan blanco, y alimentos ultraprocesados. Estos últimos son producidos industrialmente pasando por múltiples etapas de procesamiento, y contienen ingredientes no naturales como aditivos, conservadores, colorantes y potenciadores del sabor, además de altos niveles de azúcar, sal y grasas, que en su conjunto pueden resultar dañinos para la salud.
En conclusión, la inflamación exacerbada en el embarazo es riesgosa para la salud materno-fetal, pudiendo resultar en parto prematuro, bebés pequeños, o con enfermedades en la vida adulta. Por eso, debemos propiciar ambientes adecuados para las madres gestantes, disminuyendo la exposición a contaminantes y estrés, y favoreciendo una dieta saludable. Todo lo anterior destaca la importancia del bienestar materno y el cuidado prenatal adecuado para mitigar y prevenir los riesgos relacionados con la inflamación a corto y largo plaz