Marco Allán Pérez Solis es Biólogo Experimental, Maestro en Biología Experimental y Doctor en Ciencias Biológicas y de la Salud por la Universidad Autónoma Metropolitana. Actualmente es Investigador de la Unidad Médica en Medicina Reproductiva del Hospital de Gineco-Obstetricia No. 4 del IMSS en CDMX. Ha conducido y participado en proyectos de investigación enfocados en la regulación transcripcional de genes asociados con el desarrollo y progresión del cáncer de mama.
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Existe un grupo de enfermedades que han sido catalogadas como “silenciosas”, debido a la ausencia de signos o síntomas que permitan alertar de su desarrollo oportunamente para un tratamiento efectivo. La diabetes tipo II, la hipertensión arterial, la apnea del sueño, la hepatitis, la enfermedad de Chagas y el cáncer, son algunos ejemplos de enfermedades silenciosas.
Y aun cuando existen métodos que permiten detectar tanto enfermedades silenciosas como no silenciosas, todas las pruebas clínicas tienen un margen de error establecido por su grado de especificidad y eficacia. Por lo tanto, para poder obtener la mayor certeza posible y evitar falsos positivos y negativos, se requeriría que cada persona se sometiera a pruebas clínicas periódicamente con el fin de confirmar y actualizar los resultados previos. Esto implica la necesidad de contar con un sistema de revisión médica preventiva que permita la difusión, financiamiento y distribución de dichas pruebas diagnósticas. Sin embargo, es una realidad que muchos países no cuentan con este tipo de programas, dejando sin acceso a un diagnóstico oportuno a las personas que carecen de una institución de salud.
Tomando en cuenta estos factores que afectan la detección temprana de las enfermedades silenciosas, se ha considerado la implementación de estrategias de detección preliminar que sirvan como un puente para los posibles pacientes hacia un diagnóstico confirmado y oportuno mediante pruebas diagnósticas.
Un ejemplo muy concreto de esto, es la técnica de autoexploración mamaria que está en continua difusión a nivel mundial para su puesta en práctica por todas las personas en la intimidad de su hogar. Esta técnica ha permitido que un mayor número de personas, puedan monitorearse con una mayor frecuencia y sin los factores psicológicos del pudor o la ansiedad. Esto a su vez ha ayudado a que las personas que encuentran alguna anomalía, se motiven a tomar las acciones pertinentes para trasladarse a un centro de salud donde puedan confirmar su condición mediante una mastografía en forma y recibir un tratamiento oportuno en caso de así requerirlo.
Estos métodos de detección alternativos tienen como base el hecho de que cuando nuestro organismo tiene algún padecimiento o infección, tanto las células afectadas como los agentes patógenos; según sea el caso, tienden a modificar el contenido celular o de su entorno.
Esto a su vez, es manifestado por nuestro organismo como cambios en nuestro metabolismo, aspecto y comportamiento. Sin embargo, en ocasiones estos cambios son demasiado sutiles para ser detectados tempranamente por los métodos actuales de diagnóstico. Motivados por esta problemática desde hace más de 30 años, los expertos en el ámbito del adiestramiento canino, se han propuesto desarrollar métodos de adiestramiento que permitan implementar a la detección de enfermedades específicas, la capacidad olfatoria aumentada que los perros han heredaron de sus ancestros para el reconocimiento, detección y diferenciación de las características más finas de su medio ambiente.
Se ha constatado empírica y científicamente como los perros y todos sus primos cánidos pueden reconocer la identidad de cada miembro de su manada únicamente por su olor e inclusive a grandes distancias. Y la eficiencia de su capacidad olfatoria se ha confirmado reiteradamente desde la época en que los perros fueron domesticados en los comienzos del periodo neolítico para la caza de otros animales. Desde entonces, su avanzado sentido del olfato ha sido aplicado para la búsqueda de distintos objetivos y en distintos ámbitos tales como: la detección de armas, explosivos y estupefacientes o para la búsqueda de personas extraviadas. Más recientemente, ha aumentado el interés por estudiar y probar el olfato canino con fines médicos para la detección de enfermedades. Este método de detección aún no se considera del todo confiable debido a la falta de mayor evidencia científica sobre la identidad de las sustancias que los perros detectan para cada enfermedad, así como de su grado de sensibilidad y especificidad. Sin embargo, varias organizaciones en todo el mundo ya cuentan con programas muy estrictos de reclutamiento y entrenamiento de ciertas razas de perros para proveer de manera altruista o por donativos la detección de algunas enfermedades tales como: la diabetes, el cáncer, la migraña, la epilepsia e incluso enfermedades infecciosas.
Este sistema de detección por lo general se lleva a cabo a doble ciego con perros que han sido adiestrados mediante el condicionamiento por recompensa a la presentación sistemática de muestras biológicas como sangre, orina o el hálito de voluntarios diagnosticados o de moléculas sintéticas modelo. Después de seis meses de entrenamiento los perros son capaces de detectar los rastros volátiles de una enfermedad específica en muestras de personas que solicitan conocer si la padecen. Varios estudios que se han llevado a cabo para evaluar la capacidad de los perros de detección biomédica, como se les llama formalmente y se ha reportado que son capaces de desarrollar una sensibilidad del 98% para la detección del cáncer de próstata y de superar tanto en sensibilidad como en tiempo a las pruebas de PCR en tiempo real para la detección de COVID-19, por decir algunos ejemplos.
Es indiscutible la importancia de continuar estudiando el olfato canino para conocer detalladamente cuan seguro es su aplicación y cuáles son sus limitaciones en el diagnóstico médico. Sin embargo, es también importante reconocer el potencial que los perros de detección biomédica pueden tener con un manejo adecuado, para el acercamiento de un mayor número de personas a un diagnóstico y tratamiento oportuno. Este es solo un ejemplo de las respuestas que podemos encontrar a problemas de toda índole si nos atrevemos a cambiar o ampliar nuestro paradigma y voltear a ver con mayor frecuencia a los sistemas naturales que han acumulado miles de años de experiencia resolviendo y superando los desafíos que la evolución les ha impuesto para su subsistencia.