Ricardo Locia es pasante en la licenciatura en Antropología Social, ciencia responsable de llevarlo a reflexionar sobre su entorno y las dinámicas que se desarrollan en él. Es miembro de los colectivos: LGBTI+ Orgullo Guerrero y JOTOS (Juntos y Organizados Terminaremos con la Opresión Sexual).
Chilpancingo, Gro.
El Covid-19 aparece en los tiempos en que imágenes, videos, personas y cosas se hacen virales, y se propagan a diestra y siniestras en las Redes Sociales. En estos tiempos en que se pregona que todo está al alcance de un Clic, aún hay cabida para la desinformación y la especulación.
Si en estos tiempos este virus llegó y desestabilizó a más de un país, no quiero imaginar la década de los 80’s y 90’s del siglo pasado en que apareció el Virus de Inmunodeficiencia Humana (VIH).
Pero no estamos tan alejados de aquella realidad, porque aún persisten las personas que creen que la pandemia actual “es un grito de Dios a la humanidad ante el desorden social, el aborto, la violencia, la corrupción, la eutanasia y la homosexualidad” como lo dijo el obispo de la Diócesis de Cuernavaca, Ramón Castro Castro. Esa declaración demuestra que las mejoras que vienen con el tiempo no desvanecen el estigma, el prejuicio ni las ideas arcaicas.
Ahora, en el tiempo de la viralidad, el COVID-19 se ha expandido más rápido en las Redes Sociales ¿Cuántos memes no hemos visto y hemos compartido? Pero aunque generen gracia, van ocultos mensajes que propician el estigma, por ejemplo, hacia las formas y costumbres de los asiáticos de comer animales exóticos. Así como en los primeros años de la pandemia del VIH, muchas personas sentenciaron que era un “Castigo de Dios” para los homosexuales que contradecían la “naturaleza de su género”. El estigma a los homosexuales creció: todos, sin excepción, eran sidosos.
Después de los primeros casos de Coronavirus en China, comenzó a circular en Facebook un video titulado “Mercado de los Chinos, origen del Coronavirus”. El video fue difundido con mensajes que “desaprobaban” el consumo de carnes no tradicionales. Eso me recordó cuando las prácticas sexuales de los homosexuales fueron satanizadas, porque el VIH asolaba a los hombres que gustaban por tener coito con hombres.
La cifra de casos de COVID-19 hasta hoy (26 de marzo del 2020) en México es de 584 (7 de ellos en Guerrero). Si se pudiera graficar el miedo junto con el pánico de las personas ante el virus y los infectados, las cifras tendrían varias ceros, porque eso se transmite más rápido. Si no me creen solo busquen las notas de medios digitales que cubrieron como la gente salía de las tiendas comerciales con sus carritos llenos de papel higiénico, ¿Por qué o para qué? Solo ellos saben.
Hace unas horas muchos portales digitales difundieron sobre un Crucero, que llevaba a bordo a personas que dieron reactivo a COVID-19, que solicitaba atracar en Puerto Vallarta. Los internautas, con un “Me enoja”, desaprobaban que eso pasara. Hace unas semanas tras el desabasto de retrovirales* se llevaron a cabo protestas en las oficinas centrales del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) ante la indolencia del instituto. Quienes se manifestaban hicieron pintas y quebraron algunos vidrios, un trabajador grito desde dentro de las oficinas: “¡Se van a cortar con los vidrios, y son sidosos!” narró Antonio Bertrán.
Los dos virus, dirán ustedes, no tienen relación, pero yo creo que sí, porque muestran que en el tiempo de lo viral se continúan creyendo (como en el pasado) que el inicio de las enfermedades e infecciones es un castigo divino y se deja en «manos de Dios» su no propagación. Con la diferencia que en este tiempo se hace viral información falsa en cadenas de WhatsApp y memes, mientras que en los 90’s el virus del VIH convertido en el Síndrome de inmunodeficiencia Humana (SIDA) llegaba más rápido que la información para su prevención.
*Medicamento necesario para que el virus no haga estragos en el sistema inmune de las personas que vivimos con VIH.