Alina Navarrete Fernández/Tixtla, Gro.
Valeria López Nava vivía en la Colonia CNOP de Chilpancingo y laboraba como trabajadora social en el Centro de Salud Pedro Astudillo, de Tixtla. Su nombre resonó cuando la asesinaron el pasado 19 de julio –un mes antes de que cumpliera 29 años de edad–, junto con su compañero, el odontólogo Emmanuel Vázquez Manzano.
La joven nació en la capital del estado, era la segunda de seis hermanas y a su familia se sumó su hija, Alisson Fernanda, de apenas 4 años de edad, a quien registró con sus mismos apellidos: era madre soltera.
Su hermana, Deicy, la recuerda como “una mujer trabajadora” y cuenta que Valeria estudió la carrera de Trabajo Social en el Instituto Educativo Stephen Hawking, en la capital.
Al terminar su formación, consiguió un contrato por honorarios en la Secretaría de Salud, que mantuvo por 8 años, y se incorporó al Programa de Violencia contra la Mujer, asistiendo a capacitaciones, brindando asesoría y acompañamiento a víctimas.
Comenzó trabajando en el Hospital General de Chilapa, luego fue enviada al Hospital General Raymundo Abarca Alarcón de Chilpancingo y finalmente, al Centro de Salud Pedro Astudillo de Tixtla.
El hecho de no contar con prestaciones no le impidió a Valeria levantarse temprano para viajar a Tixtla y cubrir turnos de hasta 12 horas, en los días que, sin aviso, le indicaban que debía extender su jornada laboral.
El año pasado se sumó a la primera línea de atención de Covid-19 y se contagió, pero logró superar la enfermedad viral sin secuelas, al igual que sin Seguridad Social debido a su limitado contrato.
Los últimos meses de su vida, Valeria alternó su convivencia familiar con su trabajo, donde le pidieron que colaborara en el Módulo de Vacunación contra Covid-19, instalado en el Centro de Salud. Hace dos años, en ese mismo lugar, conoció a Emmanuel, su colega originario de Alcozauca, quien vivía en Chilpancingo y también trabajaba por honorarios.
Emmanuel y Valeria eran buenos amigos y compañeros de viaje; juntos, se trasladaban desde Chilpancingo hasta Tixtla en la camioneta del odontólogo. Eran conocidos en su cotidiana ruta y sin embargo, nadie sabe qué les pasó la noche del 19 de julio pasado.
Fue un lunes, recuerda Deicy, aunque su hora de salida era a las 2:30 de la tarde, sus superiores le pidieron a Valeria que cubriera el turno vespertino y terminó de trabajar alrededor de las 7 de la noche; a esa misma hora, la joven envió un mensaje a su familia para avisar que estaba saliendo de Tixtla hacia Chilpancingo con Emmanuel.
Pero Valeria no llegó a su casa, tampoco contestó los mensajes y llamadas que sus hermanas y su madre, la señora Alfa Nava Méndez, le enviaron. Al no poder contactarla intentaron comunicarse con Emmanuel, sin respuesta.
“Se nos hizo raro porque sus celulares sí sonaban, pero (ellos) no contestaban”, dijo Deicy en una entrevista en el Zócalo de Tixtla, donde este lunes, trabajadores del sector salud marcharon y protestaron para exigir justicia para sus colegas y seguridad.
Valeria “no tenía problemas con nadie”, asegura su madre, tampoco mencionó nada extraño en los últimos días; los policías comunitarios conocían a los colegas y en el Módulo de Seguridad ubicado en la entrada de la ciudad, los agentes confirmaron que Emmanuel y Valeria salieron de Tixtla, alrededor de las 7 de la noche, pero ninguno llegó a Chilpancingo.
Al no saber nada, la familia de la joven decidió ir a la Fiscalía General del Estado para reportarla como desaparecida el 20 de julio. Ese mismo, día agentes de la corporación los encontraron asesinados.
Sus cuerpos estaban tirados en las inmediaciones de la Presa El Molino, ubicada cerca de la carretera estatal hacia Chilpancingo. Fueron asesinados a balazos y junto a ellos estaba la camioneta de Emmanuel.
Deicy contó que fueron los agentes de la Fiscalía los que le avisaron a su familia del hallazgo; la noticia les impactó, no se explican el motivo del doble asesinato.
“Se me hace muy injusto lo que le hicieron a mi hermana, queremos respuestas de algún gobernador, de la presidenta de aquí de Tixtla, que nos apoye porque ella (Valeria) dejó una niña de 4 años y está con nosotros, pedimos ayuda, apoyo, algo que se le pueda dar a la niña”.
La familia de Valeria desconoce si hay avances de la investigación, si las autoridades ya cuentan con alguna teoría sobre lo que le pasó; quieren respuestas y aunque saben que podrían buscarlas por su cuenta: “nos da miedo indagar”.
En Tixtla, la violencia recrudeció en los últimos años al grado de que los vecinos han reportado que grupos criminales imponen “toque de queda”. En octubre del año pasado, Ayelin Iczae, de 13 años de edad, fue asesinada en esa ciudad, y como el suyo, se acumulan otros casos que conmocionan a la sociedad.
Durante la marcha de ayer, resaltó una pancarta que tenía escrita la historia y la demanda: “Hoy otra mujer ha sido asesinada y ahora una hija llora, una madre llora, una familia exige justicia”.