Lorenza Díaz Nieto es Bióloga por la Universidad Simón Bolívar y Doctora en Ciencias por la Universidad Nacional Autónoma de México. Desde hace 30 años labora como Investigadora en el Departamento de Biología de la Reproducción del Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición Salvador Zubirán (CDMX), donde dirige proyectos de investigación enfocados en los efectos de la vitamina D en el organismo en condiciones normales y patológicas, con enfoque en el embarazo y cáncer. Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores y funge como tutora de maestría y doctorado en el Posgrado en Ciencias Biológicas y Biomédicas de la UNAM.
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Lo que conocemos como flora intestinal se llama microbiota, y está formada por todos los microorganismos vivos que habitan en nuestro intestino, incluidos bacterias, hongos, virus y parásitos. Interesantemente, y como sacado de una película de ciencia ficción, se ha comprobado que nuestra microbiota influye determinantemente en nuestra conducta, estado de ánimo y salud.
Esto tiene muchas implicaciones, ya que la depresión, el enojo, la alegría y muchas decisiones que tomamos relacionadas con nuestro actuar, dependen en gran medida del tipo de microorganismos que nos habitan. Primero que nada, es importante aclarar que la microbiota normal de un humano sano es esencial para el buen funcionamiento de nuestro organismo, ya que favorece la actividad del sistema inmunológico, del corazón, hígado, las funciones endocrinas, y hasta la señalización neurológica.
Ahora bien, en lo que respecta a la conducta y sentimientos, evidencia científica ha mostrado que algunos miembros de la microbiota favorecen el desarrollo de un sentimiento de bienestar, como la bacteria Mycobacterium vaccae, a quien podríamos llamar “bicho de la felicidad” por sus propiedades para incrementar los niveles de serotonina.
La serotonina es un neurotransmisor que tiene efectos sobre el control de las emociones y el estado de ánimo, ayudando a regular la actividad del cerebro, la atención, la memoria, el apetito, y hasta el deseo sexual. Interesantemente, se ha relacionado la presencia de M. vaccae con la capacidad de calmar la ansiedad e incrementar las habilidades de aprendizaje.
Por otro lado, diversos estudios han mostrado que la microbiota de pacientes con trastornos mentales como la esquizofrenia, difiere significativamente de la de la gente sana. Esto explica por qué el uso de antibióticos puede mejorar la respuesta a los antidepresivos, ya que se eliminan los microrganismos que predominaban en los pacientes enfermos.
El consumo de probióticos también ha mostrado mejorar la salud mental, por lo que los microorganismos que tiene esta capacidad se denominan “psicobióticos”. Los psicobióticos son bacterias que cuando se ingieren pueden producir un efecto positivo en el cerebro. Algunas de las cepas psicobióticas asociadas con la salud mental pertenecen a los géneros Lactobacillus, Bifidobacterium y Lactococcus, y pueden ayudar a mitigar la ansiedad, el estrés y la depresión, o bien, mejorar la calidad del sueño.
¿De qué manera ejercen estos microorganismos su influencia sobre nosotros?
Básicamente lo que hacen las bacterias para modificar el funcionamiento de nuestro organismo es producir diferentes sustancias o metabolitos. Entre ellos están los ácidos grasos de cadena corta, como el ácido butírico, propiónico y acético, que actúan como factores neuroactivos capaces de atravesar la barrera hematoencefálica y modular así el comportamiento, las funciones del sistema nervioso central, cognición, memoria e incluso el desarrollo y la actividad cerebral.
Nuestra microbiota también puede producir hormonas y neurotransmisores idénticos a los que produce nuestro cuerpo, como mencionamos con M. vaccae. Cabe hacer notar que algunas bacterias en exceso o patógenas son capaces de sintetizar metabolitos neurotóxicos, y pueden liberar lipopolisacáridos que causan inflamación en nuestro organismo, dañándolo.
¿Cómo podemos conocer la composición de nuestra microbiota?
Hoy en día es posible conocer la comunidad de organismos que habita nuestro intestino mediante el análisis de una muestra de heces. Este análisis genético determina los géneros bacterianos de la muestra mediante ultrasecuenciación del RNA ribosomal 16S y lo compara con microbiomas sanos conocidos. Así, es posible elaborar diagnósticos y sugerir tratamientos para mejorar la salud en caso de ser necesario.
Es interesante saber que, si bien la composición de la microbiota es particular de cada ser humano, existen huellas genéticas o perfiles de microbiotas que son comunes a determinados grupos de personas; por ejemplo, a mujeres, hombres, mujeres embarazadas, personas mayores o con enfermedades específicas. Interesantemente, existen datos experimentales que muestran que condiciones como la obesidad pueden transmitirse al intercambiar microbiota. Al respecto, un experimento llevado a cabo en ratones demostró que la inoculación de la microbiota de ratones obesos a ratones delgados provocó que éstos últimos se volvieran gordos.
¿Cómo se puede modificar la microbiota?
Se puede favorecer el crecimiento de probióticos en el intestino consumiendo alimentos fermentados como el chucrut y el yogurt, pero también debes alimentar a tu flora intestinal manteniendo una dieta variada y equilibrada, rica en frutas, verduras, y granos integrales.
Además, existen factores adicionales que tienen un impacto en definir la microbiota tanto a corto como a largo plazo, como el estrés, la actividad física, la salud materna durante el embarazo, el método de nacimiento (cesárea o parto) y las hormonas sexuales. Quizás te suene raro, pero es factible hacer trasplante de microbiota para modificar nuestra comunidad de microorganismos y así tener un impacto benéfico sobre nuestra salud.
Por ejemplo, se sabe que, si bien los tratamientos con antibióticos nos pueden curar de enfermedades infecciosas, colateralmente pueden dañar nuestra microbiota intestinal, favoreciendo que predominen algunas bacterias dañinas como el Clostridium difficile, quien es el causante principal de la colitis y diarrea infecciosa. Uno de los tratamientos más efectivos para combatirlo es precisamente el trasplante de microbiota fecal. Este procedimiento tiene por objeto reemplazar las bacterias “malas” por bacterias “buenas” provenientes de las heces de un donante sano.
Todo lo anterior expone la estrecha relación que existe entre el sistema nervioso central y el gastrointestinal, en lo que se conoce como eje bidireccional microbiota-intestino-cerebro. Quizás por eso es frecuente escuchar que las emociones también las sentimos con el estómago, y a su vez, que somos lo que comemos, ya que esto afecta nuestra mente. Podemos concluir entonces que, además de las circunstancias que ocurren en nuestras vidas, nuestro estado de ánimo depende en gran medida de las bacterias que habitan en nuestro intestino.