Euclides Avila Chávez es Químico Farmacéutico Biólogo, Maestro en Ciencias Químicas con especialidad en Bioquímica y Doctor en Ciencias por la Universidad Nacional Autónoma de México. Actualmente es Investigador en Ciencias Médicas en el Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición Salvador Zubirán en la CDMX donde dirige proyectos de investigación enfocados a la regulación de la expresión genética por hormonas esteroides y por prostaglandinas en modelos de tumores de importancia ginecológica como son el cáncer de mama y el cervicouterino. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores y tutor de maestría y doctorado en Ciencias Biológicas y Biomédicas de la UNAM, docente en la Facultad de Química de la UNAM.
Un virus es un agente muy pequeño que puede causar enfermedades en personas, animales, plantas, hongos e incluso bacterias. A diferencia de los seres vivos, un virus no está formado por células, sino por material genético cubierto por una capa de proteínas. Algunos también tienen una envoltura adicional tomada de las células que infectan.
Los virus no pueden vivir ni reproducirse por sí solos; necesitan entrar en una célula viva y usar sus componentes para multiplicarse. Por ello, a los virus no se les considera verdaderamente “vivos”. Existen muchos tipos de virus, que varían en forma, tamaño y características. Algunos solo infectan bacterias (los bacteriófagos), otros atacan plantas, hongos, animales o personas.
En los seres humanos, los virus pueden causar enfermedades como la gripa, el síndrome de inmunodeficiencia adquirida o el COVID-19.
Además, ciertos virus están relacionados con el desarrollo de algunos tipos de cáncer. Estos virus, llamados oncogénicos, no causan cáncer por sí solos de manera inmediata, pero pueden alterar el material genético o el funcionamiento celular, aumentando el riesgo de desarrollar cáncer con el tiempo.
Al infectar a una persona, estos virus pueden dañar los mecanismos que controlan el crecimiento celular o que corrigen errores genéticos. Si estas funciones fallan, las células pueden dividirse sin control y formar tumores. Es importante destacar que no todas las personas infectadas desarrollarán cáncer, pero el riesgo aumenta si la infección no se trata o se vuelve crónica.
Uno de los virus oncogénicos más conocidos es el virus del papiloma humano (VPH), que se transmite principalmente por contacto sexual. El VPH tiene muchas variantes, algunas inofensivas y otras, como los tipos 16 y 18, que están relacionadas con varios tipos de cáncer; el más frecuente es el de cuello uterino, pero también puede causar cáncer de ano, garganta, pene, vulva y vagina. Afortunadamente, existen vacunas eficaces que protegen contra los tipos de VPH más peligrosos, lo que ha permitido reducir notablemente estos cánceres.
El virus de la hepatitis B afecta el hígado y se transmite a través de la sangre, mediante relaciones sexuales sin protección o de madre a hijo. Si la infección se vuelve crónica, puede causar inflamación y daño permanente en el hígado, lo que puede llevar a cáncer hepático.
Afortunadamente, existe una vacuna eficaz contra este tipo de virus oncogénico. Por otra parte, el virus de la hepatitis C también afecta el hígado, pero desafortunadamente no existe vacuna. Este virus se transmite por sangre contaminada y puede causar daño hepático progresivo, lo que también puede llevar a cáncer. Detectar y tratar la infección a tiempo es muy importante para reducir el riesgo.
Otro virus con potencial oncogénico es el de Epstein-Barr, muy común en la población. Muchas personas se infectan sin saberlo, especialmente en la infancia. En algunos casos, causa mononucleosis infecciosa o también conocida como “la enfermedad del beso”, pero también puede quedarse latente en el cuerpo durante años. Si el sistema inmunológico se debilita por diversas causas, el virus de Epstein-Barr puede contribuir a cánceres como los linfomas de Burkitt, de Hodgkin y no Hodgkin, cáncer nasofaríngeo y algunos cánceres gástricos. La mayoría de los infectados no desarrollan cáncer, pero factores como la genética o un sistema inmune débil pueden aumentar el riesgo.
El virus linfotrópico T humano tipo 1 o HTLV-1 es un virus poco común que se transmite por la sangre, por vía sexual o a través de la leche materna. En algunos casos, puede causar un tipo agresivo de cáncer de sangre llamado leucemia o linfoma de células T del adulto. Este cáncer es raro, progresa de forma lenta y su tratamiento es complicado; por ello, es mejor prevenir la infección por este virus.
Finalmente, el virus del herpes humano tipo 8 (HHV-8) está relacionado con el sarcoma de Kaposi, un cáncer que afecta los vasos sanguíneos y puede aparecer como manchas oscuras en la piel o afectar órganos internos. Aunque en personas sanas rara vez causa cáncer, el riesgo aumenta en quienes tienen el sistema inmune debilitado, como quienes viven con el virus de la inmunodeficiencia humana (VIH). Además, el HHV-8 puede causar algunos linfomas raros.
Por su parte, el VIH no provoca cáncer directamente, pero debilita el sistema inmune, lo que facilita la acción de otros virus que sí pueden provocarlo. Las personas con VIH no tratado tienen mayor riesgo de desarrollar sarcoma de Kaposi, linfomas no Hodgkin y cáncer cervicouterino. Sin embargo, con tratamiento antirretroviral adecuado dirigido contra el VIH, el riesgo se reduce considerablemente ya que el sistema inmunológico se mantiene más fuerte.
La buena noticia es que existen muchas formas de prevenir o controlar las infecciones por estos virus oncogénicos. Por ejemplo, existen vacunas seguras y eficaces que protegen contra el VPH y el virus de la hepatitis, dos virus que están relacionados con diferentes tipos de cáncer. También hay pruebas médicas diagnósticas, como el Papanicolaou, que ayuda a identificar cambios en las células del cuello uterino antes de que se conviertan en cáncer. En el caso de las hepatitis B y C, los tratamientos antivirales pueden controlar o eliminar la infección, disminuyendo el riesgo de daño hepático y cáncer. Para las personas que viven con VIH, mantener el tratamiento antirretroviral ayuda a proteger el sistema inmunológico, lo que reduce las posibilidades de desarrollar cánceres asociados.