Uriel Mena Flores es licenciado en Historia y tiene maestría en Ciencias: Territorio y Sustentabilidad Social por la Universidad Autónoma de Guerrero (UAGro). Es integrante del Colectivo LGBTI+ Orgullo Guerrero, docente en la Universidad Latinoamericana México y se sumerge en temas de investigación relacionados con la disidencia sexual y de género.
Chilpancingo, Gro.
Hay muchas formas de ser mujer, en repetidas ocasiones expresan esa frase las personas que abogan por la eliminación de modelos y estereotipos que se han construido entorno a ellas. Ahora se habla de las mujeres (en plural), cuando antes lo usual era singularizar a la mujer, como si existiera solo una forma de serlo.
Entre las diversas formas de ser mujer, existen las mujeres Lesbianas, Bisexuales y Trans que, incluso, en algunos círculos feministas incomoda su presencia y terminan por ser excluidas, invisibilizadas y discriminadas.
Sin embargo, hay evidencias escritas sobre lesbianas (mujeres que sienten atracción sexual y amorosa por otras mujeres) cuatro milenios antes de cristo en algunas fuentes babilónicas, que dan testimonio de la existencia del amor entre mujeres. Pero la heteronormatividad y la patologización del lesbianismo y la bisexualidad (atracción erótica y afectiva por personas de un sexo diferente al suyo y de su mismo sexo) tienen como consecuencia una opresión incluso mayor respecto a la experiencia gay, además de que se niega el amor entre mujeres.
El lesbianismo y la bisexualidad son menos entendidos que la experiencia gay, incluso son menos también los estudios lésbicos porque se investiga poco sobre las mujeres que aman a otras mujeres. El sexismo es una de las razones, e igualmente, porque son pocas las mujeres lesbianas y bisexuales que han escrito sobre sí mismas.
Se suele decir que las mujeres lesbianas son menos discriminadas, porque pueden tomarse de la mano en la calle o bien expresarse cariño públicamente y tales comportamientos pasan como “normales”, ello encuentra su explicación porque en el orden social imperante se mira como “natural” que dos mujeres se muestren afecto en público, ya que a las mujeres se les enseña a ser cariñosas, y en general a mostrar sus emociones, algo distinto pasa con los hombres, ya que a ellos se les atribuyen aspectos de rudeza, donde mostrar sus sentimientos les restaría hombría. Pero las mujeres que aman a otras mujeres sufren una violencia más sutil, el silencio o la no visibilidad. “Cuando la sociedad no nombra su deseo, está haciendo como que no existe, como que no tiene importancia”.
Por su parte, a las mujeres trans aún se les cuestiona su identidad de género, impera la creencia que detrás de una mujer trans hay un hombre y por tanto, ocupa un espacio reservado solo para las “mujeres verdaderas”, porque “existe una visión biologicista sobre la concepción del cuerpo y del ser mujer”, no obstante, la identidad de género es una vivencia interna e individual, tal como cada persona la siente profundamente, la cual podría corresponder o no con el sexo asignado al momento del nacimiento, así, las mujeres trans merecen respeto y sororidad.
En suma, reflexionar sobre las diversas formas de ser mujer en el siglo XXI, es necesario para lograr la inclusión y la equidad.