En tiempos del COVID-19, doña Rosa sigue esperando clientes

Ángel Galeana/Chilpancingo.

Como desde hace unos 8 años, doña Rosa Feliciano se coloca afuera de uno de los edificios del Colegio México en Chilpancingo para vender algunos panes, encalados, quesos, chorizo o carne. Todo lo carga en canastas y un carrito. Se sienta en una pequeña silla y espera su suerte del día para vender y llevar el sustento a su hogar.

De estas ventas depende económicamente. Sus clientes son los vecinos del barrio de la Santa Cruz  o las madres o padres que van al Colegio por sus hijos. Pero en estos tiempos no es nada fácil vender porque no hay quién le compre. Las calles alrededor están solas, el colegio está sin clases.

Pero ella tiene que salir y vender lo que puede. Ella, como miles de personas no cuenta con un sueldo quincenal o mensual fijo que le permita hacer cuarentena y estar en su casa esperando que pase la contingencia. Tiene que salir por los pesos que pueda sacar al día y con ello mantenerse.

Dice que en días regulares vende entre 400 y  500 pesos, con lo cual tiene que volver a comprar la mercancía y le queda algo de ganancia. Pero ahora, con suerte, su venta llega a 100 pesos.

100 pesos en el mercado rinden poco. Tiene que comprar sus alimentos, pero también necesita pagar vestido, medicinas, servicios, transporte;  en conclusión, 100 pesos alivian, pero no solucionan.

Apenas ocupa unos dos metros cuadrados en la banqueta.  Se rodea de sus canastas que coloca encima de bolsas que sirven como una especie de mesa y espera a sus clientes. Sabe que no vendrán los acostumbrados, pero alguien llegará, un poco podrá vender entre las horas que pasa a la sombra de una pared y un árbol.

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