¿La desnutrición genera violencia?

José Isaid León Rodríguez es licenciado de nutrición y ciencia de los alimentos con maestría en ciencias de la educación. Se ha desempeñado como asesor nutricional del equipo de división profesional Los Avispones de Chilpancingo. Ha sido conferencista a nivel nacional e internacional en temas de nutrición en la infancia y adolescencia, y coordinador del consultorio de nutrición Equilibrato. Nutriólogo capacitador del personal de la Secretaría de Salud en Guerrero, y docente en la Universidad Autónoma de Guadalajara en el área de nutrición del deporte.

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Desafortunados eventos que surgieron en la capital del estado de Guerrero hace unas horas, nos muestra la fragilidad y la angustia que se pueden generar en un lapso de tiempo muy corto. Sabemos que los hechos violentos que se viven en la sociedad no sólo ocurren por un factor específico, pero es importante analizar qué factores son los que nos pueden predeterminar a actuar de una manera violenta y, sin duda, la alimentación juega un papel crucial que es importante analizar.

Hoy en día la imagen de los humanos prehistóricos salvajes y guerreros parece ser tan solo un mito forjado en la segunda mitad del siglo XIX. Las investigaciones arqueológicas nos muestran que la violencia colectiva surge en realidad con la sedentarización de las comunidades humanas y la transición de una economía predatoria de la naturaleza a una economía de producción.

Las huellas más antiguas de violencia del hombre de que disponemos actualmente son las resultantes de la práctica del canibalismo. En efecto, en osamentas humanas del Paleolítico se han observado vestigios de desarticulaciones, descarnaduras, fracturas y calcinaciones de cuerpos. De esta práctica relativamente rara, surgida hace unos 780.000 años, se han encontrado rastros en el conjunto de yacimientos arqueológicos y paleontológicos de la Sierra de Atapuerca (España), y se sabe que perduró en otras sociedades de cazadores-recolectores nómadas del Paleolítico y entre comunidades agropecuarias del Neolítico. Sin embargo, estos testimonios de los actos de seres humanos con los cuerpos de sus semejantes plantean el interrogante de si se mató efectivamente a las víctimas para consumirlas, ya que el canibalismo alimentario se practica a veces con personas fallecidas por causas naturales, por ejemplo, en los casos de endocanibalismo ritual funerario en el que los parientes y allegados de un difunto se nutren de su cuerpo después del óbito.

En la etimología de la palabra: “Violencia” se deriva del latin vis (fuerza) y latus (participio pasado del verbo ferus: llevar o transportar). En su sentido etimológico significa, pues, llevar la fuerza a algo o alguien.

El origen de la violencia parece guardar relación con el desarrollo de la economía productiva que entrañó una transformación radical de las estructuras sociales.
La violencia no está inscrita, por lo tanto, en los genes del ser humano y su aparición obedece a causas históricas y sociales.

Un estudio reciente realizado por la Universidad del Sur de California concluyó que la mala nutrición en los primeros años de vida puede provocar comportamientos agresivos y antisociales durante la niñez y la adolescencia.

La desnutrición y la violencia son dos problemas latentes en países como México, El Salvador, Guatemala; sin embargo, poco se conoce de la relación que puede existir entre ambas. Estos problemas, íntimamente ligados a condiciones de pobreza y desigualdad de oportunidades, afectan a una importante proporción de la población del país.

Hoy en día se sabe que la desnutrición crónica tiene severos efectos físicos y sociales. Por un lado los efectos físicos de la desnutrición infantil, según Reynaldo Martorell, incluyen baja estatura, menor masa muscular, menor desarrollo del cerebro, mayor riesgo de obesidad y enfermedades crónicas.

Además de los efectos físicos, la desnutrición crónica impacta de forma importante y permanente en el desarrollo social de la persona: el bajo desarrollo cerebral provoca un bajo desarrollo cognitivo, dificultad para aprender, limitaciones en lectura y vocabulario, entre otros. Algunas de las consecuencias claras de estos efectos son el aumento de la posibilidad de abandono escolar y la limitación de las aspiraciones profesionales y de desarrollo de cualquier persona.

Una persona adulta que sufrió de desnutrición crónica en su niñez difícilmente podrá aspirar a un trabajo que le permita generar ingresos suficientes para salir de la pobreza, además de que sus limitaciones físicas también le dificultarán realizar labores que requieran de motricidad fina o demasiada fuerza. En palabras de Martorell: “La desnutrición crónica perpetúa el círculo de pobreza”. Y esto es algo que se puede repetir de generación en generación.

Además de los efectos ya conocidos de la desnutrición, la Universidad del Sur de California presentó en 2014 un estudio que presenta los primeros hallazgos que demuestran que la mala nutrición en la niñez temprana, antes de los 3 años, predispone a las personas a presentar problemas de comportamiento a los 8, 11 y 17 años. Estos comportamientos, según el estudio, se presentan independientemente de las adversidades psicosociales que enfrenta la persona, además se demuestra que la relación existente entre nutrición y problemas de comportamiento es mediada por el cociente intelectual.

Los resultados del estudio indican que los niños que sufrían deficiencias nutricionales mostraban un incremento de 41% en el comportamiento agresivo a los 8 años; un incremento del 10% en agresividad y comportamiento delictivo a los 11 años; y un incremento del 51% en comportamiento agresivo y antisocial a los 17 años.

El nivel socioeconómico al que pertenecían los sujetos de estudio no parecía jugar un papel importante en el comportamiento, sin embargo, el nivel de inteligencia sí. Según uno de los autores del estudio, la mala nutrición en las primeras etapas de la niñez, caracterizada por la deficiencia de zinc, hierro, vitamina B y proteínas; provoca un bajo cociente intelectual lo que más adelante resultaría en comportamiento antisocial. Los investigadores también encontraron que, a mayores indicadores de mala nutrición, más pronunciado era el comportamiento antisocial.

Según los investigadores estos hallazgos también tienen implicaciones en países con mejores índices de desarrollo, pues la mala nutrición que provoca condiciones como la deficiencia de hierro, no es exclusiva de sociedades con bajo nivel de desarrollo.

La conclusión más interesante del estudio es que el comportamiento antisocial podría ser prevenible. Sería posible cambiar la predisposición biológica al comportamiento agresivo o antisocial. Esto presenta una posibilidad importante en materia de prevención de violencia, especialmente en un país como México, que se encuentra entre los más violentos del mundo.

Según el índice Mundial del Hambre (GHI), México cayó al lugar 42 en 2022 desde el 39 el año anterior y desde el 23 en 2019, antes del impacto de la crisis sanitaria de Covid-19. Dentro de los estados con mayor desnutrición en México, figura Guerrero dentro de los 4 primeros. De acuerdo a la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición 2018. Existen 881,752 niños con desnutrición crónica en el país.

Es necesario que todos cooperemos como sociedad para cambiar estos elementos y el generar políticas públicas de nutrición y salud para revertir esta terrible situación de violencia. No bajemos la guardia y cuidémonos todos.

Recuerda comer sanamente, come Equilibrato, hasta pronto

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