Alina Navarrete Fernández
Tixtla. 30-Agosto-2019
En el turno vespertino de la escuela primaria Ignacio Manuel Altamirano hay más de 60 alumnos. Las madres de la mayoría son amas de casa, mientras que sus padres son campesinos, tienen puestos en el Ayuntamiento como intendentes, recolectores de basura municipal o bien, están en la lista de los 43 estudiantes de la Normal Rural Raúl Isidro Burgos de Ayotzinapa desaparecidos hace más de cuatro años.
Los alumnos no sólo comparten clases de primero a sexto grado, también tienen en común un estigma por el cual no se les permite el acceso a las instalaciones de la recién remodelada escuela que se ubica en la calle Independencia en el centro de Tixtla, tierra del héroe de la Independencia, Vicente Guerrero Saldaña, quien luchó por su patria y la libertad de sus compatriotas.
El director del turno vespertino, Víctor Hugo Valle Vargas, quien también funge como maestro frente a grupo relató que “nuestros niños son niños que carecen de lo elemental, es decir, vienen a la escuela, pero desgraciadamente vienen con un cuadro de desnutrición muy alto, desafortunadamente podemos observar que la economía (de sus familias) es muy baja y es ahí donde vienen muchos problemas, tenemos niños que trabajan por las mañanas”.
El conflicto
La escuela primaria Ignacio Manuel Altamirano cuenta con tres turnos: matutino – que aglutina el mayor número de alumnos inscritos –, vespertino y nocturno. Las instalaciones, que tenían unos 80 años de antigüedad fueron afectadas por los sismos que ocurrieron en septiembre de 2017; luego de varias protestas encabezadas principalmente por los maestros y padres de familia del turno matutino, el Gobierno del Estado destinó 10 millones de pesos para la reconstrucción de la escuela.
El 10 de julio pasado, el gobernador Héctor Astudillo Flores compartió en sus redes sociales fotografías de la fachada de la escuela remodelada: “La fachada de la primaria ‘Ignacio Manuel Altamirano’ de Tixtla fue reconstruida respetando su carácter histórico y autorizada por el Instituto Nacional de Antropología e Historia, conservando así su estilo original”, expresó.
La inauguración oficial de la escuela se llevó a cabo el 12 de julio, sin embargo, después de esa fecha ninguno de los alumnos ha entrado al plantel. La razón: un conflicto interno entre maestros y padres de familia que Valle Vargas define como “un capricho”.
Desde hace más de tres años la comunidad del turno matutino exige la reubicación de los otros dos turnos de manera que la primaria pase a formar parte del Programa Escuelas de Tiempo Completo.
De acuerdo con la directora del turno matutino, Heivit Ivana Molina Bello, el mérito de la reconstrucción de la escuela le corresponde a la comunidad que representa. A esto Valle Vargas añade: “nos acusan de que nuestro turno, porque generalizan, que se han robado ventiladores, que hacemos desperfectos al interior de las aulas, entre otras cosas, situaciones que no son verdaderas” y pidió que se muestren las pruebas correspondientes para aclarar el caso.
Ambos turnos demandan la intervención de la Secretaría de Educación Guerrero (SEG) para que resuelva el conflicto y protestan a su manera, mientras el turno matutino cerró las instalaciones y declaró que no iniciará el ciclo escolar hasta que haya una solución, el turno vespertino optó por dar clases a la intemperie.
Que se respete el derecho a la educación
Han pasado cuatro días desde que la comunidad del turno vespertino decidió iniciar el ciclo escolar siendo la calle Independencia su sede alterna. Los padres de familia y los maestros se organizaron para conseguir prestadas mesas y sillas para los alumnos, las madres hacen guardia alrededor para evitar accidentes pues se trata de una vialidad altamente transitada.
El jueves por la tarde una lluvia quedita se hizo presente en Tixtla y ante el temor de que el agua arreciara, alumnos y maestros actuaron de inmediato para mudar sus salones improvisados al quiosco del zócalo, que se encuentra frente a la calle Independencia, casi escondido entre los puestos del mercado que lo rodea.
Verónica Molina Ávila es ama de casa, su hijo de 11 años cursa sexto grado en el turno vespertino y su hija de 8 está en tercero. Ella forma parte del grupo de madres de familia que se organizó para que los alumnos no pierdan clases, participa en las guardias y vende comida durante el receso. Su marido es campesino y al estar dedicado al trabajo en sus tierras no puede estar presente en las actividades, cuando es necesario su hijo mayor también participa en la jornada laboral antes de ir a la escuela.
Al respecto del conflicto en la primaria, opinó: “desafortunadamente (los niños) están en un lugar donde no merecen estar, siento que ellos vienen a tomar una educación como dice el artículo tercero: gratuita, y también tienen que tener un espacio digno”.
Recordó que durante los meses que duró la reconstrucción de la escuela, los alumnos tuvieron que salir del plantel y buscar una sede alterna con la esperanza de regresar a mejores instalaciones, bien equipadas, pero esto no ocurrió.
“Desafortunadamente por egoísmo o por, ¿cómo llamar a estas personas que clausuran una escuela cuando ya está terminada para que los niños entren nuevamente a recibir sus estudios? No encuentro las palabras para expresarme, pero los niños no merecen estar en esta situación”, dijo.
Hasta ayer por la tarde, la SEG aún no brindaba una solución para que ambos turnos lleguen a un acuerdo. Verónica Molina manifestó su molestia y pidió a las autoridades que se responsabilicen de la situación y cumplan con su deber para evitar que se afecten los derechos de los alumnos.