Protección contra el COVID-19; el virus aún no termina

David Barrera Hernández, es Licenciado en Biología, Maestro y Doctor en Ciencias Biológicas por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Adscrito como Investigador en Ciencias Médicas, en el Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición Salvador Zubirán. Profesor de Bioquímica y Biología Molecular en la Facultad de Medicina, UNAM , así como tutor de alumnos de Licenciatura y de los Posgrados de Maestría y Doctorado en Ciencias Biológicas y Biomédicas, UNAM.

Contacto: david.barrerah@incmnsz.mx

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En febrero del 2018 la Organización Mundial de la Salud (OMS) anunció una lista de enfermedades prioritarias que deberían ser estudiadas en profundidad, entre ellas se encontraba el SARS (por sus siglas en inglés; severe acute respiratory syndrome). El 31 de diciembre del 2019 se detectó en la ciudad de Wuhan (China) un brote de neumonía de origen desconocido que fue rápidamente comunicado a la OMS. Una semana después, el 7 de enero del 2020 se aisló de estos pacientes un nuevo virus de la familia conocida como coronavirus. El 11 de febrero del 2020 la OMS estableció el nombre de la enfermedad como COVID-19 (por sus siglas en inglés; coronavirus disease-2019) y se designó al coronavirus causante de este padecimiento como SARS-CoV-2; el cual, en breve tiempo se esparció por todo el planeta siendo el 11 de marzo del 2020 cuando la OMS declaró al COVID-19 como una pandemia. A partir de entonces, tuvimos que adaptarnos a una nueva forma de vida personal, familiar y laboral para evitar un mayor número de pérdidas humanas causadas por la letalidad del virus.

Hoy en día, se conoce bastante acerca del origen, evolución y fisiopatología de la enfermedad, siendo datos de alarma la temperatura muy alta, insuficiencia respiratoria y la oxigenación por debajo de 90%, mientras que en ausencia de estos, la indicación por sintomatología leve ha sido tomar paracetamol o un antiinflamatorio. En caso de complicación, diferentes estudios tanto experimentales como clínicos, demostraron el uso benéfico del medicamento llamado dexametasona en pacientes graves de COVID-19, además de incorporar el uso de nuevos tratamientos para combatir la enfermedad, como el paxlovid, molnupiravir, remdesivir y sotrovimab, medicamentos que han sido aprobados por la OMS y que se deben recetar bajo recomendación médica. Además, se generaron diversas vacunas que evitan las formas graves de la enfermedad mediante diferentes modos de acción (por atenuación del virus o por el uso de vectores de RNA o DNA), vacunas conocidas como: Pfizer/BioNTech, Moderna, AstraZeneca, Janssen, Cansino, Sputnik, Sinovac y Novavax, entre otras que aún están en fase de estudio, mientras que los tratamientos como antibióticos (azitromicina) o antiparasitarios (ivermectina, hidroxicloroquina), han sido descartados como tratamiento.

Es importante mencionar que las vacunas están siendo constantemente mejoradas y el mes pasado, la Administración de Fármacos y Alimentos de Estados Unidos aprobó la nueva versión de vacunas contra el COVID-19 de Pfizer y Moderna para la variante ómicron, las dos vacunas actualizadas se dirigen tanto a la cepa original del COVID-19 como a las subvariantes BA.4 y BA.5 de ómicron. Asimismo, en este mes de septiembre, China aprobó una versión inhalada de una vacuna contra el COVID-19 fabricada por CanSino Biologics; el Ad5-nCoV, que puede estimular la inmunidad sin inyección intramuscular. Todo este esfuerzo humano y científico ha permitido que durante este tiempo la mortalidad por el virus haya disminuido considerablemente.

Sin embargo, variantes como ómicron, la cual mostró un alto índice de contagios pero con menor letalidad, nos muestra que no debemos bajar la guardia, tomando en cuenta que la infección o reinfección por el COVID-19 sigue siendo un reto de salud mundial, debido al continuo cambio del virus. Por lo anterior, no debemos olvidar que cualquier persona sin importar la edad podría aún contagiarse y enfermar, en particular personas mayores y que padecen enfermedades cardiovasculares, diabetes, inmunosupresión o enfermedades respiratorias crónicas entre otros, acentuándose el riesgo en el grupo de personas que por diversas razones no se han vacunado. Por lo cual, es recomendable seguir los esquemas de vacunación con los «refuerzos actualizados» para aumentar la protección y disminuir la vulnerabilidad que tenemos ante la infección particularmente en este grupo de personas.

Concluyo esta sección reconociendo la excelencia y dedicación del personal de salud que ha sido un referente para la atención ante esta enfermedad, exponiendo su vida durante este tiempo para salvar otra como lo dicta su profesión, personal que se encuentra en instituciones de salud y que siguen atendiendo enfermos y estudiando lo que hoy en día se llama COVID persistente, COVID prolongado o COVID largo (Long-COVID), que se refiere a una serie de problemas de salud que se presentan como derivaciones en las personas que tuvieron COVID-19, con síntomas persistentes y/o complicaciones tardías que afecta la calidad de vida de las personas y su desempeño.

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