Con 78 años y en un taxi, don Cesáreo enfrenta una pandemia

Carlos Navarrete Romero/ Chilpancingo, Gro.

Con 78 años don Cesáreo resiente los estragos de un virus que no da tregua.

Sin seguridad social, sin prestaciones y sin apoyos gubernamentales le planta cara al COVID-19. La pelea es dura. El virus lo está quebrando sin siquiera tocarlo.

Todos los días, a las 8 de la mañana, Cesáreo Morales Téllez, sale a conducir el taxi 475. No para hasta llegada la media noche, casi siempre sin un peso en la bolsa.

Desde que se decretó la emergencia sanitaria en el país por el coronavirus, que obligó a suspender clases y a frenar actividades en oficinas de gobierno, don Cesáreo apenas gana para pagar la cuenta del taxi y la gasolina. Con algo de suerte, en el transcurso del día junta para un tamal “pa no andar con la panza vacía”.

El cansancio se le nota en la voz y en las arrugas de la cara. Maneja con el cuerpo encorvado y le cuesta escuchar si le hablan bajo. Tiene 58 años siendo taxista en Chilpancingo y dependen de él dos adolescentes que estudian la secundaria, su esposa y sus suegros.

“Está muy cabrón. La gente casi no sale, a todos nos está yendo mal”, se lamenta mientras circula sobre el bulevar Vicente Guerrero, con dirección al mercado central.

Por solidaridad, o tal vez compasión, el propietario del taxi que conduce don Cesáreo le bajó la cuota de 600 a 200 pesos por turno, pero ese apoyo no es suficiente. La ausencia de personas en las calles de la capital no le permite llevar comida a su casa.

Los días en los que no logra ni un peso de ganancia su familia pide prestado o fiado para comer, lo que empeora su situación económica ya de por sí complicada por los gastos que le generan las enfermedades de su esposa y sus suegros, así como la deuda que sigue pagando por la atención médica que recibieron sus padres antes de morir.

“Estoy encuentado, bien endeudado, y estoy muy mal para esos gastos. A veces me desespero muy feo. Hubo una ocasión que me quería matar, pero me aguanté, me aguanté, porque está cabrón, tengo que trabajar. A veces es muy difícil la vida”.

Pese a las promesas de las autoridades, don Cesáreo no ha recibido un solo apoyo para enfrentar la crisis económica generada por la contingencia sanitaria, y tampoco es beneficiario de ninguno de los programas sociales del gobierno federal.

Esa situación no le deja muchas opciones, así que trabaja todos los días de 8 de la mañana a 12 de la noche. Pese a que forma parte de la población vulnerable al COVID-19, no toma ninguna medida preventiva. Maneja sin cubrebocas y sin guantes, nadie se le ha acercado para informarle los riesgos del virus. Don Cesáreo sabe de su existencia sólo porque lo resiente en el bolsillo.

Aún con todo en contra asegura que seguirá saliendo a manejar, “porque mientras haya vida hay que chingarle”.

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¿Quieres ayudar a don Cesáreo? Si necesitas un taxi en Chilpancingo puedes marcarle al 747 163 0145. Su servicio es seguro y de calidad.

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